En la agricultura como en otros campos, la actividad de los profesionales parece cada vez más dotada en toda suerte de instrumentos usados para calificar, registrar o medir. Para delimitar las implicaciones y la naturaleza exacta de los cambios que señala dicha constatación, el artículo propone abordar las prácticas escritas ordinarias en el oficio de agricultor resituándolas en una perspectiva histórica. Al describir de manera particular una práctica extremamente difundida en el mundo agrícola, el seguimiento de agendas que consignan una crónica cotidiana de las ocupaciones en la granja, se explica desde este punto de vista la diversidad de modelajes del que fueron objeto los escritos profesionales por parte de las instituciones educativas y de vulgarización a lo largo de los siglos XIX y XX, y cuya orientación general corresponde a una adaptación a un orden económico y técnico y a una racionalización de los métodos de gestión. El artículo subraya igualmente los recursos cognitivos asociados a esta puesta en memoria del trabajo agrícola, los ajustes de la actividad que autoriza, las formas de juicio y de reflexividad que fomenta. El autor invita a una reflexión sobre los modos de apropiación de las prácticas escritas, enriquecida con ejemplos de derivaciones y reformulaciones que los agricultores han operado con regularidad frente a los marcos normativos que les eran propuestos. Dicha perspectiva parece particularmente útil en la aprehensión de las transformaciones actuales que conciernen los escritos profesionales. Confrontados desde hace algunos años a exigencias crecientes de seguimiento de sus prácticas, los agricultores son más que nunca incitados a recurrir a esquemas estandardizados de escritura. Surgen entonces preguntas sobre las modalidades de articulación entre escritos confeccionados para sí mismo y escritos destinados a dar pruebas que el autor esboza en su conclusión precisando ciertas orientaciones para las investigaciones por venir.